jueves, 8 de diciembre de 2011

Y descubrir, una de las tantas verdades.

La infancia es eso que pasa mientras noostros nos centramos en ser felices, disfrutar de los momentos entre amigos y sobre todo, vivir en la ignorancia.
Todo lo que empieza acaba, y eso fue exáctamente lo que me pasó a mi cundo era niña y cuando la ignorancia que vivía en mí se desvaneció por completo una noche de diciembre.
Recuerdo que cada Navidad era irremediable no sentir un constante nerviosismo, el cual superaba a cualquier tipo de adrenalina. Se podría decir que la Navidad es la única que etapa del año que crea miles y miles de sonrisas, ya que un simple regalo en dichas fechas era lo mejor que le podía pasar a un niño una fría noche de diciembre.
Varios años atrás, el calendario que reposaba sobre la mesa de madera, marcaba día 24. Toda mi familia iba y venía sin parar de la cocina al salón. Supuse que suponían que no estaba allí, sino que me encontraba jugando en el piso de arriba con los demás niños.
Un golpe fuerte hizo que me asomara por la puerta. Mi cara de asombro tubo que ser espántosa ya que mi padre, que llevaba los regalos que le había pedido a Papa Noel en una gran bolsa, se quedó petrificado ante aquella situación. Y ahí, en ese instante, en aquel horrible momento de caos adulto y de desconfianza infantil, fue cuando descubrí la verdad y mi ignorancia quedó en el olvido.

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